La soledad: ¿refugio o condena?

Cada año, el anuncio de Navidad de la Lotería Nacional consigue emocionarnos, pero también intenta ayudarnos a reflexionar. Este año, su mensaje nos conduce a un tema universal y complejo: la soledad. En una época que idealizamos como tiempo de unión, las historias de quienes enfrentan la vida en soledad —ya sea elegida o impuesta— interpelan nuestra humanidad.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) (2021), más de 2,5 millones de personas mayores de 65 años viven solas en España, y un porcentaje significativo de ellas pasa semanas enteras sin recibir visitas. Estas cifras no son meros números; son vidas que asumen la ausencia, muchas veces de forma no deseada.


La soledad como refugio: una elección consciente

La soledad no siempre es negativa. Para algunas personas, es un espacio de autodescubrimiento y creatividad. Escritores, artistas y amantes de la introspección encuentran en la soledad un respiro en un mundo frenético. Volveremos, sin duda, sobre este apartado. Ahora solamente lo apuntamos.

Este tipo de soledad puede ser reparadora: un paseo en solitario en la naturaleza, el disfrute de un libro o una tarde tranquila, mirando al horizonte (¿todo muy bucólico?) Es un privilegio de quienes pueden elegirla y convertirla en un acto de conexión consigo mismas.


La otra cara: la soledad forzada

Sin embargo, no todas las soledades son escogidas. Pensemos en Victoria de 92 años, que vive en una residencia de ancianos de manera fobligada, no por elección personal sino de la de sus familiares (sus razones tendrán. No los juzgo), y solo recibe las visitas de uno de sus siete hijos. Victoria, además, fue separada de su pareja pare llevarla a esa residencia. Seis de su hijos viven lejos, ocupados en sus propias vidas. Parece un poco cruel ¿verdad?

Pero, como Victoria hay en la residencia de ancianos otras muchas personas que caminan con andador, que juegan a las cartas, o están postrados en sus camas, y su única compañía constante son los recuerdos (reflejados en las fotos que están en sus mesillas) y el personal que trabaja allí: médicos, auxiliares, trabajadora social, recepcionista, aunque todos ellos no pueden sustituir el calor de una familia.

Historias como la de Victoria no son excepcionales. En un mundo cada vez más interconectado digitalmente, muchas personas se sienten abandonadas emocionalmente. La soledad impuesta no discrimina: afecta a ancianos, a jóvenes en grandes ciudades, a madres solteras o a personas de cualquier edad.

El papel de la sociedad: vayamos a una responsabilidad compartida

¿Cómo podríamos combatir la soledad de manera consciente y colectiva? No hay duda de que la comunidad y la responsabilidad social juegan un papel crucial.

¿Qué os parece si fomentamos las Iniciativas locales: en algunas ciudades, proyectos como “Adopta un abuelo” conectan a jóvenes con personas mayores para compartir momentos y romper barreras generacionales (es cierto que se pide una pequeña donación, que sería equivalente a las horas que pasarías con el/la abuelo/abuela, pero no es obligatoria)

Tampoco está mal la idea de crear vecindarios en los que se organicen actividades comunitarias, como cenas compartidas o clubes de lectura.

Desde luego, la empatía cotidiana supone un pequeño gesto, como saludar a un vecino o llamar a un amigo, pero que puede tener un impacto profundo. En muchos casos, no se trata de hacer grandes cambios, sino de estar presentes de manera intencional y genuina.

Pequeñas acciones, grandes cambios

¿Qué podemos hacer, tú y yo, hoy mismo? A ver lo que se nos ocurre. ¿me ayudáis?

-Quizá sería bueno llamar a esa persona que tenemos en mente desde hace tiempo, pero a la que nunca encontramos un momento para contactar. ¿No pensáis que, a veces, una llamada puede transformar nuestro día entero? Somos un poco perezosas.

-¿Y participar como voluntarias? Bien sé que prácticamente es imposible encontrar un hueco en nuestras agendas semanales, pero existen organizaciones que visitan residencias de ancianos o trabajan con personas en situación de aislamiento. Podemos sumarnos a alguna de ellas.

-Dentro de la Universidad se están empezando a aplicar programas que se llaman de APS (Aprendizaje y Servicio) en los que se pueden situar ciertas iniciativas locales en la comunidad para fomentar, por ejemplo, la unión entre generaciones, ya sea mediante una invitación a un café o a una actividad concreta.

Que nadie esté sola

Imagina cómo sería nuestro mundo si todos dedicáramos unos minutos de nuestro tiempo a atender a alguien que se siente solo. Una comida en familia puede ampliarse para incluir a un vecino que pasa las fiestas en silencio. Una conversación inesperada puede convertirse en el mejor regalo de la temporada. Ojalá estos tiempos inciertos nos inspiren a valorar y cuidar nuestras relaciones, a construir redes de apoyo en nuestras comunidades y a asegurarnos de que nadie, absolutamente nadie, se quede al margen.

Este año, que el espíritu navideño, para aquellos que lo tengáis, brille más allá de las luces y los regalos. Que sea un momento para mirar a nuestro alrededor y tender la mano a quienes más lo necesitan. Porque, como nos recuerda el anuncio de la Lotería, la verdadera suerte no está en lo material, sino en lo compartido, en el calor humano que nos une.



Comentarios

Una respuesta a “La realidad de la soledad en nuestras vidas de hoy”

  1. Correo electrónico de Alberto, creador de Adopta un abuelo: alberto@adoptaunabuelo.com

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