Reflexiones sobre la escritura y mi caos personal

¿A quién le puede interesar lo que escribo?, me digo. No soy escritora. ya me gustaría levantarme muy temprano, como hacía el recién fallecido Vargas Llosa, para redactar en las primeras horas de la mañana, cuando el aire es más fresco y el silencio lo inunda todo, salvo que vivas en grandes ciudades. Aun así, podrías encerrarte en tu cuarto, tu lugar sagrado, con unos folios, una libreta, un ordenador, o lo que fuere, y diseñar un plan de trabajo para concebir una nueva novela. Vargas Llosa era muy metódico, en este sentido, y con una rutina extremadamente marcada.

¿A quién puede interesarle lo que escribo? A veces pienso que si incluyo mis ideas en Chat Gpt la máquina creará algo de mucha más calidad de lo que yo pueda pensar. Y seguramente lo hará, pero ya no seré yo misma del todo. Seremos dos: ella y yo, trabajando a la par, observando a quién se le ocurren mejores ideas.

La IA no acaba de conseguir frases bien elaboradas. Las hace cortas, al estilo inglés, sin un fluir demasiado coherente que se deslice como las notas musicales. Sí es bella, pero también un poco brusca. Hay que saber domarla y enseñarle.

El objetivo claro de esta entrada no lo tengo muy delimitado. Ayer fue otro día horrible que me dice que ando a mil, que mi cabeza no para y que no me priorizo. ¿Recordáis una entrada más atrás (la buscaré) en la que comentaba algo semejante relacionado con mi coche? Pues parece que la historia se repite. En una curva insignificante, pero mal dada, después de un viaje a Ferrol en el que llevaba a mi hijo a entrenar en el Racing Genuine y tres perros, de los que ahora cuido, aullando y ladrando en el coche, remonté el bordillo de una acera y dos de las ruedas, la izquierda delantera y trasera, se tronzaron como si tal cosa. Yo solita me meto en atolladeros de los que tienen que sacarme los que me quieren. Y eso no suena bien. Me ha dicho mi psicóloga que, si abunda el caos, es porque las cosas no están hechas con sentido. Desconozco cuándo voy a hacerlas correctamente, que el tiempo pasa.

Y me ha sugerido una cosa muy curiosa. No sé si hablar de Dios porque, en el mundo de hoy parece un sinsentido, un absurdo, una ñoñería. Pero me ha indicado que escoja una caja preciosa y que incluya dentro todo aquello que yo no soy capaz de resolver y que lo deje en las manos de Él o Ella. Tengo una especie de baúl arriba del todo, donde están las cenizas de mi perra Nela. Es realmente llamativo, de madera, azul. Lo redescubrí el otro día cuando fui a revisar las plantas. Porque las plantas viven todas en el último piso de mi casa. En ese baúl incluiré las peticiones. Lo cierto es que le he contestado que los planes de Dios no tienen por qué coincidir con los nuestros (lo escuché ayer en la cuarta temporada de The Chosen) Y ella (mi psicóloga), que es muy espiritual y muy de energías, me ha dicho: «Dios nos da lo que necesitamos no lo que queremos.»

Total; que estoy realmente confundida y echa un lío. Me doy a partir del día 29 de abril exactamente dos meses para regresar al trabajo y ver cómo puedo enfrentarlo, como guía de esta juventud que anda tan perdida hoy en día.

Quizá tenga algo que aportar todavía.

Ya lo veremos.


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