Hay una forma de destruir un lugar sin lanzar bombas, sin incendiar bosques, o sin levantar muros. Basta con venderlo, con convertirlo en zona de sacrificio; basta con que quienes gobiernan lo entreguen al mejor postor, desoyendo las voces que claman desde las aldeas, desde los valles, desde los márgenes; basta con que nos digan, una vez más, que es por nuestro bien, que es “sostenible” y que traerá “empleo”.
Eso, señores y señoras, está ocurriendo en Galicia.
Lo vivimos ya con los parques eólicos, que no fueron un proyecto de transición energética justa, sino una colonización silenciosa de nuestros montes. A mi hermano y a mi cuñada, por ejemplo, quisieron ponerles los molinos al lado de casa. ¿Estamos locos? ¿Dónde se encuentra la ética y dónde están los límites entre el desarrollo y la violación de derechos fundamentales como el descanso, la salud o el arraigo? Por supuesto que nadie fue a preguntarles si estaban de acuerdo y, desde luego, tampoco nadie pensó en las consecuencias sobre su vida cotidiana, su paisaje, sus animales, sus cultivos y su paz. Todo sucedió en nombre de una energía «verde» que, en realidad, ha sido capturada por las mismas lógicas depredadoras de siempre.
¡Y ahora llega Altri! Aun no sé cómo no he hablado antes de este tema porque me llena de ira.
Altri es una macrocelulosa que pretende instalarse en Palas de Rei, en pleno corazón de Galicia, con el respaldo entusiasta de la Xunta, que ha hecho oídos sordos a más de 27.000 alegaciones ciudadanas. Altri es un proyecto que necesitará 46 millones de litros de agua del río Ulla cada día, que fomentará el monocultivo del eucalipto, que emitirá gases y residuos peligrosos, y que pone en riesgo la salud de nuestros ecosistemas y la calidad de vida de miles de personas.
¿De verdad lo permitiremos?
Los políticos y empresarios creen que somos unos ignorantes, prometiéndonos la creación de empleo, repitiéndonoslo como un mantra vacío. ¿Acaso, me pregunto, el empleo justifica el ‘ecocidio’? Lo que Galicia necesita no es una industria sucia que nos dejará absolutamente en ruinas cuando ya no les resulte rentable a los de arriba. Porque realmente lo que Galicia necesita es una inversión real en sostenibilidad: en el rural, en el conocimiento local, en las energías comunitarias y limpias, en agricultura regenerativa, en un turismo responsable y en economías circulares y vivas.
El verdadero progreso no perfora la tierra.
No seca los ríos.
No nos envenena los pulmones.
No nos arranca los árboles.
No silencia a los vecinos.
La política energética y medioambiental de la Xunta en los últimos años ha sido un escándalo continuado. Primero, tal y como he señalado, a través de los eólicos mal planificados y concentrados en zonas protegidas. Más adelante las concesiones indiscriminadas de monte para monocultivo y ahora una macrofábrica de celulosa, camuflada de ‘gran oportunidad’, a espaldas del pueblo, con prisas, con papeles complejos que desaniman a quienes queremos entender qué está pasando. Razón tenían mis padres cuando me animaban a que fuese abogada.
Estamos asistiendo a un modelo extractivista de nuevo cuño en el que los capitalistas no acuden con pico y pala, sino con informes, sellos, siglas y promesas. Sin embargo, lo que destruyen resulta más de los mismo, esto es el derecho a habitar la tierra con respeto, sin miedo, sin ruido y sin humos; es el nuestro derecho a continuar disfrutando del verde real y no de una postal impresa sobre un cartón mojado.
Les doy las gracias a las plataformas ciudadanas, a las asociaciones vecinales, a los colectivos ambientalistas, a las personas valientes que se organizan, que salen a la calle, que explican, que denuncian y que resisten.
Galicia no está en venta.
No queremos ser una zona de sacrificio.
¡No en nuestro nombre!
Los Robles
II
[…] Bajo el hacha implacable, ¡cuán presto
en tierra cayeron
encinas y robles!;
y a los rayos del alba risueña,
¡qué calva aparece
la cima del monte!
Los que ayer fueron bosques y selvas
de agreste espesura,
donde envueltas en dulce misterio
al rayar el día
flotaban las brumas,
y brotaba la fuente serena
entre flores y musgos oculta,
hoy son áridas lomas que ostentan
deformes y negras
sus hondas cisuras.
Ya no entonan en ellas los pájaros
sus canciones de amor, ni se juntan
cuando mayo alborea en la fronda
que quedó de sus robles desnuda.
Sólo el viento al pasar trae el eco
del cuervo que grazna,
del lobo que aúlla. […]
Rosalía de Castro


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