Hoy quiero compartir una entrada que, además de evocar grandes recuerdos familiares, me invita a reflexionar sobre el poder de las comedias absurdas, aquellas que nos hacen reír hasta las lágrimas pero que, al mismo tiempo, nos dejan una profunda enseñanza sobre los temas más serios de la vida. Esta tarde, Manchi me sugirió que escribiera sobre aquellas películas que, a lo largo de los años, se han quedado en nuestras memorias por su humor irreverente, pero también por cómo abordan las cuestiones más complejas de la humanidad.
Una de las más significativas, que tanto Manchi como yo recordamos con cariño, es La vida de Brian (1979) de los Monty Python. Esta película, que hemos visto una y otra vez, marcó un hito en nuestras primeras citas. Nos aprendimos de memoria varias secuencias icónicas, como la escena de la lapidación, que, además de divertirnos, nos invitaba a reflexionar sobre las contradicciones de la sociedad y las creencias ciegas. O la famosa escena de la escritura en la pared, donde Brian, en su afán de cumplir con una tarea impuesta por los romanos, se ve obligado a escribir una y otra vez, con constantes correcciones, algo tan simple como «Romanes eunt domus». Este gag no solo nos hace reír, sino que también pone en cuestión la educación, la autoridad y la rigidez de las reglas.
El humor de La vida de Brian no pasa de moda porque, más allá de las bromas absurdas, toca temas universales que siguen siendo relevantes hoy en día. La película hace una crítica mordaz a las religiones organizadas, a la política y a la forma en que las masas siguen sin cuestionamiento a sus líderes. Es un recordatorio de cómo podemos ser fácilmente manipulados y cómo, a veces, las grandes instituciones nos imponen creencias que no ponemos en duda.
Pero La vida de Brian no es la única película que nos ha dejado lecciones a través de la risa. En nuestra familia, Top Secret!, Aterriza como puedas y La princesa prometida eran otras de las favoritas. Estas películas las veíamos una y otra vez, en VHS, conociendo los diálogos de memoria, riendo con los mismos chistes como si fuera la primera vez.
En Top Secret! (1984) recordamos esas absurdas situaciones en las que el cantante estadounidense Nick Rivers es arrastrado a una serie de desventuras en la Unión Soviética. La forma en que la película parodia los clichés del cine de espionaje y las situaciones extremas a las que los personajes se ven sometidos, nos hacía reír a carcajadas mientras cuestionábamos el sentido común y la lógica detrás de ciertos estereotipos (bueno. Esto solo llegamos a conseguirlo una vez ya creciditos)
En Aterriza como puedas (1980), una de las escenas más inolvidables es cuando una. mujer, completamente alterada, se encuentra en el avión y se le forma delante una fila interminable que uno tras otro la golpea con diferentes instrumentos para que reaccione (¡cálmese! Esa es la consigna). Ese absurdo procedimiento, tan típico de las comedias de los años 80, nos hace reflexionar sobre la burocracia y la ineptitud de ciertos sistemas y tiene un doble propósito: generar una risa a través de lo inverosímil y exagerado, y hacer una sátira de la sobre-reacción ante situaciones de crisis.
La escena refleja el absurdo de cómo los sistemas (en este caso, el de la atención médica o la intervención en situaciones de emergencia) pueden ser completamente ineficaces o desproporcionados. La consigna de «¡cálmese!» resalta cómo, a veces, las soluciones que se ofrecen ante problemas se sienten como superficiales o incluso contraproducentes. Este tipo de situaciones puede ser vista como una crítica al exceso de protocolo en momentos de angustia, algo que, irónicamente, solo genera más caos en lugar de aliviar la situación.
Y, por supuesto, no podíamos dejar de mencionar La princesa prometida (1987) La famosa escena del «manimonio» del cura, que en lugar de decir «matrimonio» suelta un patético «manimonio», se convirtió en un clásico dentro de nuestra familia. Ese pequeño error, que no tiene mayor trascendencia en la trama, se transformó en un símbolo de cómo a veces las convenciones sociales y las instituciones son tan ridículas que no nos damos cuenta hasta que alguien nos lo señala, entre sonrisas.
Estas películas, además de ser un refugio de risas, nos enseñaron a cuestionar lo establecido y a ver lo absurdo de las estructuras que a menudo damos por sentadas. Son comedias que, a través de escenas disparatadas, nos conducen a reflexionar sobre el comportamiento humano y todo ello mientras nos divertimos. Porque, al final, la comedia también tiene el poder de hacernos pensar, y La vida de Brian, Top Secret!, Aterriza como puedas y La princesa prometida son solo algunos ejemplos de cómo las comedias pueden ofrecer grandes verdades.
Es increíble cómo, incluso en sus momentos más ridículos nos recuerdan que el humor puede ser una poderosa herramienta para abordar cuestiones serias y que, a través de la risa, podemos comprender mucho mejor nuestra sociedad.


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