Ayer, 10 de diciembre, era ya muy tarde y suelo respetar bastante mis horas de sueño. Hay días, sobre todo los lunes y miércoles, que me acuesto sobre las diez de la noche y aprovecho para escuchar algún libro en alguna plataforma y tengo que reconocer que, lamentablemente, siempre me quedo dormida, por lo que, al día siguiente, debo recomenzar la lectura.

No sé si recordaréis que os comenté que mi campo de trabajo es el de las Humanidades, sobre todo la literatura y el arte, y que, cuando hablaba de cómo movilizarnos contra los conflictos, prometí que haría una entrada sobre la fuerza de la cultura como vehículo transformador. Aquí os comparto mi pequeña contribución al respecto.

El arte y la cultura son espacios donde se conjugan la memoria y la resistencia. Los artistas tienen el poder de romper la cotidianeidad, formular interrogantes y ofrecer una visión renovada del mundo. En España, desde el teatro hasta las artes visuales, hay creadoras y creadores que se han convertido en referentes de esperanza, revelando cómo la expresión cultural puede cambiar las mentalidades y movilizar los corazones.

El teatro como acto vivo de cuestionamiento

El teatro, por su naturaleza efímera y colectiva, es un arma muy fuerte para promover el cambio social no solo se convierte en un espacio para contar una historia, sino también en un medio para hacer una reflexión más amplia sobre el avance de la ciencia y sus implicaciones en la vida humana.

La artista Angélica Liddell sacude con una poética feroz nuestras zonas de confort. Obras como La Casa de la Fuerza (2012) exploran temas profundos y oscuros relacionados con la condición humana, el sufrimiento y la resistencia.

La Casa de la Fuerza profundiza en la lucha interior y las contradicciones del ser humano. La obra se desarrolla en un espacio donde se exploran los límites del poder y la sumisión, a través de una serie de monólogos y escenas cargadas de simbolismo. El «fuerza» de la obra no solo se refiere a la fortaleza física, sino también a la fuerza mental y emocional que los individuos deben sufrir ante la opresión. Se trata de una pieza intensa que, como en muchas de las obras de Liddell, enfrenta al espectador con la crudeza de la vida y la violencia. Es una descarnada reflexión sobre la condición de la mujer en este siglo XXI y, por extensión, sobre el machismo, así como sobre los asesinatos y violaciones de niñas y mujeres que aun hoy tienen lugar en Ciudad Juárez (México) dentro de un mundo, en palabras de la autora, «colorido por fuera y podrido por dentro». Atravesada de principio a fin por el espíritu de las Tres hermanas, de Chejov, el sufrimiento no se percibe sólo como una herida, sino también como un acto de resistencia.

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El trabajo del colectivo La Fura dels Baus, ha desafiado desde los años 70 las formas tradicionales del teatro y convertido al público en protagonista. Entre su ya ingente producción, podemos destacar Carmina Burana (2000) La Fura dels Baus es una de las compañías teatrales más innovadoras y vanguardistas de España, conocida por su enfoque experimental y su fusión de teatro, música, danza y tecnología.

Carmina Burana (2000) constituye una de las producciones más emblemáticas de La Fura dels Baus, basada en la famosa cantata de Carl Orff. Esta obra es una explosión de energía, que fusiona la música coral con el teatro visual y la performance. La Fura reinterpreta los poemas que componen la obra de Orff, utilizando un enfoque radicalmente contemporáneo, con escenografías sorprendentes, uso de efectos visuales y una dinámica constante entre el público y los actores. La obra trata temas como el amor, el destino y la fortuna, y presenta un festín visual y sensorial donde la música y la acción escénica se funden en una experiencia total.

La Fura dels Baus busca romper las barreras tradicionales del teatro y ofrecer una experiencia sensorial que va más allá de lo convencional, utilizando la tecnología y la participación activa del público como herramientas de transformación y reflexión.

Podéis acceder al apartado de Crítica teatral en El País para descubrir más artistas y obras del teatro español.

Artes visuales: la crítica hecha imagen

La pintura y la fotografía también han sido aliadas en la lucha por un mundo más justo. Miquel Barceló, con su obra monumental en la cámara de los Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, nos recuerda que el arte puede convertirse en símbolo universal de unidad. Su techo abovedado, un cosmos de color y textura, evoca la necesidad de superar las fronteras para enfrentar los retos globales. El Techo de la Sala de los Derechos Humanos, inaugurada en 2008, es un ejemplo sobresaliente de cómo el arte puede servir como un vehículo para la reflexión sobre cuestiones universales, como la justicia, la igualdad y la dignidad humana, más allá de las fronteras geográficas y políticas. La obra está compuesta por una serie de paneles que, a través de su dinamismo y textura, evoca la transformación del mundo. La obra utiliza el color y las formas abstractas para representar el caos y la esperanza, creando un contraste visual que se acerca a las dificultades y las aspiraciones del ser humano en el contexto de la globalización y los conflictos internacionales.

El simbolismo del techo no solo se refiere a la idea de los derechos humanos como algo universal, sino que también alude a la necesidad de superar las divisiones entre los pueblos y trabajar juntos por el bienestar colectivo.

En un lenguaje distinto, la fotógrafa alicantina Cristina de Middel ha cuestionado los discursos hegemónicos sobre la migración y la identidad a través de series como Afronautas (2011), donde mezcla realidad y ficción para reescribir la narrativa postcolonial. Afronautas es un proyecto que se aleja de las representaciones tradicionales de África en los medios y el arte. En lugar de abordar el continente desde los clichés de la pobreza, el conflicto y el exotismo, De Middel utiliza una mirada irónica para ofrecernos una reinterpretación radical del concepto de África.

Inspirada en la historia de un proyecto espacial fallido de Zambia en la década de 1960, conocido como el «Programa Afronauta«, la serie imagina un grupo de africanos que intenta llegar a la luna con tecnología rudimentaria. La fotógrafa construye una versión alternativa de la historia que cuestiona los discursos coloniales sobre la supuesta incapacidad de los africanos para desarrollarse tecnológicamente.

A través de un enfoque que combina elementos de la ciencia ficción con una crítica social y política, Afronautas desafía las representaciones simplistas y marginalizantes que se han perpetuado en la cultura global sobre el continente africano. La obra se replantea cómo el colonialismo ha influido en la manera en que se percibe el continente en el resto del mundo.

Terminamos con Manolo Valdés, conocido por sus esculturas y pinturas que reinterpretan la historia del arte con un enfoque crítico y contemporáneo. Su obra está cargada de simbolismo, y muchas de sus esculturas abordan temas como la identidad cultural, la memoria histórica y el poder de la representación Vid. https://galeriafreites.com/manolo-valdes-2013/

Entre sus esculturas más conocidas se encuentran Las Cabezas, una serie comenzada en los años 90 que refuerza su enfoque crítico hacia la memoria histórica y las representaciones culturales.

Las Cabezas reinterpreta los retratos clásicos y las representaciones de figuras históricas o mitológicas. Las cabezas de Valdés son monumentales y se caracterizan por un juego entre lo figurativo y lo abstracto. Algunas de ellas parecen recordar las figuras de la escultura clásica, pero están distorsionadas con un enfoque contemporáneo. A través de esta distorsión, Valdés hace una crítica a la historia del arte y a las representaciones de poder, cuestionando cómo la historia cultural ha tendido a ser contada desde una perspectiva hegemónica.

Por qué el arte importa

El arte y la cultura no son un lujo ni una distracción; son un pilar fundamental para avanzar como humanidad. Nos permiten imaginar lo que aun no existe, cuestionar lo que se da por sentado y reconstruir lo roto. Las obras que nos interpelan y nos emocionan se convierten en refugios y trincheras a la vez.

Si estás buscando esperanza, busca también arte. Apoya a los creadores locales, visita exposiciones, escucha música nueva, acude al teatro. Cada una de estas experiencias es un acto de resistencia frente a la apatía.

El arte es la memoria crítica de la humanidad, un testimonio de nuestras luchas, aspiraciones y contradicciones. El arte tiene el poder de revelar lo invisible, de desmantelar las mentiras y de ofrecer un espacio de libertad.

Como decía Paul Klee, «El arte no reproduce lo visible, hace visible lo que no siempre lo es». Este poder de revelación es, en última instancia, la herramienta más poderosa que tenemos para reconstruir nuestro mundo y nuestras relaciones, para desafiar las imposiciones y para dar voz a aquellos que han sido silenciados.


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