En medio de los desafíos de la vida diaria, compaginarnos con lo que nos sucede puede modificar nuestra manera de afrontar lo desconocido y mejorar nuestro bienestar. En el taoísmo, la idea de fluir, de moverse con el «Tao» o «camino», implica aceptar la naturaleza de los cambios y actuar en armonía con ellos, en lugar de resistirnos. Lo hemos visto en la entrada anterior. De manera similar, la psicología moderna también ha explorado el poder de «fluir» a través de conceptos como el de Flow, desarrollado por el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi.
El concepto de Flow o estado de flujo representa esos momentos en los que estamos tan concentrados y absortos en una actividad que el tiempo parece detenerse. Csikszentmihalyi, en su libro titulado en español Fluir (Flow): una psicología de la felicidad (editorial Kairós), explica cómo el alcanzar este estado de flujo nos permite mejorar nuestras habilidades, experimentar placer en lo que hacemos y, sobre todo, sentir que avanzamos. Este concepto, sencillo y complejo a la vez, nos deja encontrar significado en cada momento y superar retos desde una mentalidad del «aquí» y el «ahora».
La relación entre el fluir y el taoísmo es natural: ambos se enfocan en adaptarnos a las circunstancias y hallar una conexión profunda con lo que estamos haciendo. La esencia del «fluir» en nuestras actividades cotidianas es precisamente la misma idea que plantea el taoísmo: en lugar de resistirnos a los cambios o luchar contra las dificultades, debemos dejarnos llevar, permitiendo que nuestras acciones y pensamientos se alineen con la realidad en que estamos inmersos:
Cómo podemos aplicar el concepto de Flow en nuestra vida diaria
- Vamos a practicar la aceptación: Al igual que el agua fluye alrededor de las rocas sin intentar romperlas, aunque sí las horada, podemos aprender a confrontar los obstáculos sin tratar de cambiar de inmediato lo que no está en nuestras manos. Si reconocemos y aceptamos lo que sucede a nuestro alrededor ponemos el primer peldaño para encontrar serenidad en el día a día.
- ¿Y si entramos en el presente?: El estado de flow nos enseña a vivir en el presente y concentrarnos en lo que hacemos sin dejar que las preocupaciones futuras o las inseguridades nos desvíen. La tarea de estar más atentos a nuestras actividades nos permite disfrutar de cada momento y mantener una mentalidad de calma.
- Cultivemos la resiliencia: El taoísmo y el concepto de flow coinciden en que, al fluir con las situaciones difíciles, podemos desarrollar una fortaleza interior. La resiliencia no es más que la capacidad de adaptarnos al cambio sin perder nuestro equilibrio, y la mejor manera de desarrollarla es la de enfrentarnos a las situaciones con una «mente de principiante» (este término lo veremos más adelante)
- Hagamos el ejercicio de identificar nuestras fortalezas y pasiones: en la vida, hay actividades que naturalmente nos llevan a ese estado de concentración y disfrute. Si sabemos identificar esas tareas que nos apasionan, nos atrapan, y nos permiten sentirnos «en flujo» podremos experimentar una conexión genuina con nuestro ser. Cuando logramos encontrar esta alineación, cada reto puede volverse una oportunidad de auto descubrimiento y satisfacción personal.
Fluir con la vida como camino de crecimiento
Es cierto que el principio de encontrar ese estado de flujo en nuestro día a día no es sencillo, especialmente en un mundo lleno de distracciones y responsabilidades. Sin embargo, con práctica, podemos incorporar estas ideas en nuestro recorrido vital para asimilar los distintos ritmos y sentirnos con mayor plenitud.

Fluir con el crecimiento significa confiar en que, a medida que nos adaptamos y fluimos, como el bambú, con los desafíos, arañamos más fortaleza en nosotras mismas y descubrimos recursos internos que pueden sorprendernos. La filosofía del Tao, que sigue siendo útil actualmente, nos recuerda que la verdadera energía surge cuando dejamos de luchar contra la corriente y nos movemos con ella. De este modo, al abrirnos a nuevas experiencias, nuestra perspectiva se expande y nuestra capacidad de amoldarnos crece, como una danza en la que cada paso improvisado encuentra su lugar perfecto. El hecho de fluir con la vida no supone ceder o resignarse, sino ser tan sabia para manejar nuestra fortaleza que, sin duda todos tenemos, para crear algo auténtico y poderoso en nosotras mismas. Así, al darle cariño a lo que llega sin resistencia, nos descubrimos más flexibles, más fuertes y, finalmente, más libres.


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