Me ha costado ser vegetariana nada más y nada menos que 53 años. Solo he tomado la decisión, que debía haber tomado mucho antes, cuando mi cabeza me permitió dar el paso, a pesar de las presiones de la sociedad, seguro que por mi bien. Siempre había comido carne y pescado, pero mi amor por la naturaleza y los animales, así como la conciencia de preservar el medio ambiente, fueron razones más que suficientes para que me permitiera ese esfuerzo de convertirme en una persona vegetariana, porque realmente consistió en un gran esfuerzo. La zanahoria del título, como símbolo común asociado al vegetarianismo, es una manera de ironizar sobre cómo se percibe a menudo esta decisión: simplificada, incomprendida o vista como una rareza. El uso del término «dilema» también refuerza la idea de que esta transición no es tan fácil como algunos podrían pensar, tanto por las dificultades personales como por las presiones externas.

Agosto de 2022. Comienzo a ingerir solo alimentos no procesados y que no supongan el tener que comerme ningún animal. Me encontraba, primero, con la problemática de que parecía que toda la comida vegetariana era igual, que no sabía cocinar muy bien, además no me gustaba especialmente, y que mi familia me decía que así no estaría alimentada del mismo modo porque me faltarían las proteínas. Fui a una nutricionista, Almudena. No penséis que acometí yo sola la transición de un cambio tan radical sin ninguna supervisión. Comencé a suplementarme con la vitamina B12, así como D3 y K2. Estos suplementos no suponían nada excepcional después de la «porquería» de químicos y fármacos que estoy tomando.

El proceso de ser vegetariana no fue nada fácil porque nadie lo entendía. Me costó literalmente dos años que las personas que más me quieren lo comprendieran en su totalidad. Por suerte, la sociedad está cada vez más sensibilizada con estas situaciones, aunque las cárnicas siguen ejerciendo un gran control. Existe el lugar común de que «siempre ha sido así».

No he dado el paso definitivo. Es decir. No soy vegana. Como huevos, miel y leche (sin lactosa, eso sí porque me sienta mal al estómago) En estos dos años he tenido todo tipo de dolencias. Creo que todavía mi cuerpo se está adaptando al cambio después de tantos años de no tratarlo todo lo bien que merecía.

No he vuelto a ingerir ni carne ni pescado. No me considero ni mejor ni peor persona por ello. A mí me gustaría que todos tomásemos esta decisión en algún momento. No soy autoritaria. No impongo a los que están conmigo que sean vegetarianos. Cada uno tiene la libertad de tomar sus propias decisiones. Tampoco me meto con los que comen carne o pescado. No me gusta ver lo que ingieren, lo reconozco, ni cocinar los animales, pero no me burlo ni cuestiono su modo de vida. Se nos considera aun hoy rara avis.

Aquí podría hablar de Thoreau, y su amor a la naturaleza, pero me permitiré abrir un pequeño paréntesis para mencionar el libro La vegetariana, de la reciente ganadora del premio Nobel Han Kang.

Han Kang. La vegetariana y el acto de resistencia personal contra la opresión patriarcal, social y familiar

Extracto: «No supe qué más decirle. Sabía, de haber leído y escuchado, que en esos tiempos estaba de moda ser vegetariano. La gente se hacía vegetariana para tener una vida más sana, para cambiar su metabolismo y dejar de sufrir alergias y piel atópica, o simplemente para cuidar el medio ambiente. Los monjes budistas que hacían vida retirada también eran vegetarianos, pero lo eran por buena causa: evitar hacer daño a los seres vivos. ¿A qué venía esa extravagancia de mi mujer? Ni que fuera una adolescente caprichosa»

Han Kang. La vegetariana (2007)

La vegetariana (2007) es una novela intensa y perturbadora que trasciende el mero acto de dejar de comer carne para convertirse en una alegoría sobre la resistencia, la alienación y los límites de la libertad individual. A través de Yeong-hye, una mujer surcoreana que decide abandonar la carne tras experimentar sueños violentos sobre la matanza de animales, los tres narradores de la novela exploran cuestiones profundamente humanas como la autonomía, el control social y el cuerpo como espacio de conflicto.

Yeong-hye no solo rechaza la carne, sino también las expectativas culturales y familiares impuestas sobre ella. Su vegetarianismo se convierte en un símbolo de su resistencia a la opresión patriarcal y su deseo de reconexión con la naturaleza, pero esta elección es interpretada por quienes la rodean como una afrenta incomprensible. La novela examina cómo la sociedad ejerce violencia contra quienes rompen con lo establecido, desde los intentos de su familia por obligarla a comer carne hasta la medicalización de su comportamiento.

El cuerpo de Yeong-hye actúa como un campo de batalla político: primero al rechazar la violencia implícita en el consumo de animales y, más adelante, como una manifestación extrema de la desconexión con un sistema que no respeta su autonomía. Su transformación física y mental resalta la lucha interna de una mujer que busca escapar de las cadenas sociales, incluso si eso implica un sacrificio total.

En La vegetariana, Han Kang no solo nos llama a reflexionar sobre el vegetarianismo, sino también sobre los traumas ocultos, la violencia normalizada y la incomprensión hacia los cambios personales. Al final, la novela deja más preguntas que respuestas: ¿cuánto podemos exigirle a un individuo para que se ajuste a las normas?, ¿hasta qué punto el cuerpo pertenece a quien lo habita?, y ¿qué sucede cuando la resistencia se convierte en autoaniquilación?

A través de una narrativa cruda y poética, Han Kang nos recuerda que la verdadera transgresión puede ser simplemente atreverse a ser una misma.

Cosas que los vegetarianos tenemos que escuchar (y cómo sobrevivir a ellas)

  1. «¿Y la proteína qué?». Sugerencia de que tu dieta no será suficiente nutricionalmente.

2. «Pero las plantas también tienen sentimientos». Una comparación cuestionable entre sistemas nerviosos.

3. «Yo no podría, me gusta demasiado la carne». Como si el vegetarianismo fuera una cuestión de falta de placer.

4. «Es que el cuerpo humano está diseñado para comer carne». Comentario pseudocientífico que omite la adaptabilidad humana.

5. «¿No te aburres comiendo siempre lo mismo?.» Ignora la diversidad de opciones vegetarianas frente a dietas monótonas omnívoras.

6.»Si no comiéramos carne y pescado ciertas especies desaparecerían». Esta ridiculez se aplica igualmente a los defensores de los toros.

7. «¿Y qué pasa con los huevos?.» Aquí tienen totalmente razón. Debería dejar de comer huevos también. Pero soy débil. Me cuesta.

8. «Entonces ¿qué haces cuando vas a restaurantes?.» Implica que comer fuera, siendo vegetariana, es una misión imposible.

9. «Debe de salirte carísimo comer así.» Presume erróneamente de que la dieta vegetariana es más costosa. Esta es muy frecuente.

10. «¿Pero por qué no eres vegano/a?.» Cuestiona la decisión de no llevar la dieta a su «extremo.»

En fin. Ser vegetariana no solo es una decisión dietética; es un deporte de resistencia social. Entre preguntas científicamente cuestionables y comentarios dignos de un monólogo cómico, una termina desarrollando más paciencia que un monje zen. Al final, lo importante no es convencer a nadie, sino recordar que nuestro plato no necesita aplausos ni permiso. Y si alguna vez dudas de tu elección, solo respira, sonríe… y come otra zanahoria. 🌱


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