Contra la tauromaquia, el «uso» y «abuso» de los toros como objetos y la «tolemia» de Díaz-Ayuso

El «prompt» de hoy me ha llegado mientras dormía. Fue una noche de muchas pesadillas y entre ellas se apareció en sueños mi amiga fallecida Ana Rosa, que me sirve de guía desde los 23 años. Paseábamos las dos por la costa del Morrazo, camino de Pinténs (Hio), donde nació mi abuela materna, y ella, Ana Rosa, que nunca lo haría, me invitaba a ir a una fiesta en la que los toros eran los protagonistas. Con todo el respeto del mundo, le «eché» un discurso, de esos que solo te salen mientras duermes, sobre por qué los humanos nos creemos mejores o superiores que otros animales, entre ellos, los toros.

No soporto la tauromaquia. Me produce el mayor odio y desprecio del universo. Y eso que intento no odiar. No soporto que sacrifiquen a un toro hasta la muerte, torturándolo lentamente, o le pongan fuego en sus astas o, como la incalificable Isabel Díaz-Ayuso, decida retirar la prohibición en la Comunidad de Madrid del toro embolado.

Esta señora no debía gobernar por muchos motivos, que no voy a enumerar ahora. ¡Isabel! Ya sé que ni me lees, ni nos escuchas, pero es mejor, que vayas a aprender y culturizarte un poquito. Sé que vivimos, como me acaba de decir Kike, en un país democrático, pero el hecho de infringir daño por carácter festivo o sea el que sea, a otro animal, a un TORO, es simplemente deleznable, despreciable, aborrecible, tremendamente ASQUEROSO.

Por eso felicito al Ministro Urtasun por enfrentarse a un hemiciclo, cancelando el premio Nacional de Tauromaquia. Y también felicito a PACMA, por su eterna lucha que aun no ha conseguido alcanzar todos los estándares para formar parte del Gobierno. Lo siento mucho si os parece mal, pero ser torero, ¡señores y señoras! no es una profesión. Tampoco es un acto sin incidencia el hecho de asistir, como «grandes miembros de la realeza y los caducos y atemporales títulos nobiliarios» a una corrida de toros. Y desde luego no es placentero. No puede serlo jamás. Ni en ello radica la identidad de nuestro pueblo o del pueblo español. Mi pueblo es más gallego.

¡No a la tauramaquia! ¡No a la cinegética! (¿cómo es posible que vengan monarcas a nuestro país a fincas privadas a cazar animales?) y ¡No a las macrogranjas!

FINAL ¿O PRINCIPIO?

España no necesita perpetuar tradiciones basadas en la crueldad. Prefiero sinceramente, a las vacas por la calle (y bien sé que ese país no es especialmente respetuoso con otros seres humanos) Lo que nos define no es el abuso de los que no tienen voz, sino nuestra capacidad de convivir en respeto y armonía con toda forma de vida. Si una cultura no puede evolucionar sin dolor ajeno, entonces necesita cambiar. Yo elijo un mundo donde los toros corran libres, donde los animales no sean trofeos ni víctimas de celebraciones bárbaras. Y, si amar y proteger la vida me hace radical, entonces lo soy. Radicalmente humana. Radicalmente justa. Radicalmente compasiva.

¡No al maltrato animal! ¡No al atraso disfrazado de tradición!


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