A veces siento que mi vida está dividida en dos partes: la que quiero vivir y la que, por responsabilidades, me arrastra. Vivo un día tras otro entre compromisos, tareas pendientes, y momentos en los que el reloj parece más enemigo que aliado. La casa, la familia, los estudios… todo grita, todo pide, y yo, en el medio, muchas veces me olvido de mí misma. Pero hay algo que he ido aprendiendo, no sin tropiezos: el autocuidado no es un lujo, es una necesidad.
Recuerdo hace unos meses, cuando la vida parecía sobrecargarme más que nunca. Era como si cada paso que daba me acercara más a un precipicio de estrés y agotamiento. En medio de esa vorágine, un día me di cuenta de algo simple: no podía seguir ignorando mi bienestar. No tenía energía, no tenía paz, y lo peor de todo: me había perdido a mí misma en el caos. Y aquí está la paradoja que me sigue enseñando la vida: cómo encontrar espacio para cuidarme cuando todo parece exigir mi atención.
El autocuidado no tiene que ser perfecto, no tiene que ser grandioso, solo tiene que ser sincero. No importa que no siempre lo haga bien, lo importante es que lo intento. Y es que el autocuidado no es solo cuestión de tomar un baño relajante o hacer ejercicio; es, sobre todo, aprender a escucharse a una misma.
Hoy, entre las múltiples tareas que me esperan, he decidido regalarme algo sencillo: un momento para respirar. Me siento en la terraza, con una taza de té y un cuaderno. No tengo prisa, no busco productividad. Solo busco estar. Y ahí, en la quietud, me doy cuenta de que la paz no llega cuando todo está resuelto, sino cuando elegimos ser gentiles con nosotros mismos en medio del caos.

Estrategias prácticas para un autocuidado real
Aunque aun no soy experta en autocuidarme, aquí te comparto algunas estrategias que me han ayudado a encontrar pequeños momentos de calma en mi día, por si alguna de ellas te resuena:
- Respira profundamente: No tienes que hacer una sesión de meditación de una hora (aunque si tienes el tiempo, genial). Solo haz una pausa, respira profundamente tres veces y siente cómo tu cuerpo se relaja. Es un gesto sencillo, pero tiene el poder de cambiar el ritmo del día.
- Reconoce tus límites: Decir «no» no es egoísmo, es autocuidado. Aprender a poner límites es una de las cosas más difíciles, pero también una de las más liberadoras. Si estás agotada, está bien delegar tareas o pedir ayuda. No tienes que hacerlo todo tú sola.
- El poder de los cinco minutos: Si no puedes tomar una hora para ti, comienza con cinco minutos. Un breve paseo por la mañana, leer unas páginas de un libro, o simplemente quedarte quieta, sin hacer nada, pueden ser actos de autocuidado profundos.
- Permítete descansar sin culpa: A menudo siento que el descanso es un lujo, pero no debería serlo. Si estás cansada, descansa. Tu cuerpo y mente te lo agradecen, incluso si la lista de tareas pendientes parece interminable.
- Conecta con lo que te hace feliz: A veces, la vida es tan agitada que olvidamos qué nos hace sentir bien. Yo he descubierto que, para mí, escribir es una forma de cuidarme. Si hay algo que amas, hazlo aunque sea por unos minutos al día. La felicidad se esconde en esos pequeños momentos.
- Hazlo sin esperar perfección: Aquí está el truco, algo que me costó aprender: el autocuidado no tiene que ser perfecto. No se trata de cumplir con una lista idealizada, sino de ser amable contigo misma. Es un proceso, y como todo en la vida, tiene sus altibajos.

La verdadera lección que he aprendido es que el autocuidado es un acto de rebeldía contra el caos. Es tomar las riendas de nuestra vida, aunque solo sea por un breve instante, para recordarnos que somos valiosas. No hace falta hacer todo bien, ni todo perfecto. Solo hace falta ser sinceras con nosotras mismas y empezar a cuidar, poco a poco, esa parte de nosotras que, en medio del ruido, a menudo olvidamos: nuestra alma.
Hoy, como todos los días, seguiré en el camino del autocuidado, aunque no sea fácil ni siempre lo logre. Y sé que, al final, es este acto de cuidarnos lo que nos permite seguir volando, como el mirlo que, a pesar de los vientos fuertes, siempre encuentra el rumbo hacia su lugar de paz.


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