Buenos días/noches a todas las que me seguís a lo largo y ancho del mundo.

Hoy me he levantado realmente temprano. A las cinco de la mañana. Mi perro estaba muy inquieto y no paraba de moverse, por lo que he decidido desayunar y ponerme delante del ordenador para hablar ya de inmediato sobre el 25-N.

Hoy, Día Internacional contra la Violencia de Género, no es un día cualquiera. Es un grito colectivo, una llamada urgente contra una realidad que se sigue cobrando vidas y destruyendo familias. Cada vez que una mujer es asesinada por su pareja o expareja, el horror vuelve a golpearnos a todas. Cada noticia es un duro puñetazo que nos sacude, una cicatriz más en la conciencia colectiva.

La violencia de género no solo mata con golpes; mata también con palabras, con desprecios, con silencios que despojan de identidad y esperanza. Esa violencia psicológica cala hondo, socava la voluntad, te hace dudar de tu propia valía, convierte el amor en una cárcel de miedo y control. Y cuando pensamos que no puede ser más cruel, aparece la violencia vicaria, esa que utiliza a los hijos como armas, como trofeos de poder, como víctimas inocentes de un odio incomprensible.

No hay excusa. No hay explicación válida. Un maltratador es un cobarde. No se ama con maltrato, no se ama con gritos, no se ama anulando. ¡Y basta ya de mirar hacia otro lado! Porque el silencio nos hace cómplices. Porque cada llamada al 016, disponible 24/7, puede salvar una vida.

A las mujeres que sufrís: no estáis solas. Sé que denunciar no es fácil, pero sí necesario. ¡Hablad!, ¡pedid ayuda! Hay redes, profesionales, amigas, desconocidas que estarán ahí para poder sosteneros. Merecéis libertad, merecéis vivir sin miedo, merecéis el amor que no duele. El 016, gratuito y confidencial, funciona las 24 horas y no deja rastro en las facturas. Usémoslo.

La violencia estructural y sistemática contra las mujeres: una pandemia global

La violencia contra las mujeres no es un fenómeno aislado ni limitado a determinadas regiones. Es una realidad estructural y sistemática, profundamente enraizada en culturas, leyes, políticas y normas sociales que perpetúan la desigualdad de género. Esta forma de violencia no se limita a la agresión física; incluye la violencia económica, psicológica, simbólica e institucional, como hemos señalado, que afecta a millones de mujeres en todos los rincones del mundo.

La violencia estructural
La violencia estructural contra las mujeres se refiere a aquellas barreras que limitan su acceso a derechos fundamentales, como la educación, la salud y el empleo. Según la UNESCO, dos tercios de las personas analfabetas en el mundo son mujeres. En muchos países, ciertas leyes y tradiciones discriminatorias restringen la capacidad de las mujeres para poseer bienes, heredar, tomar decisiones sobre sus propios cuerpos o participar en la vida política. Parece increíble ¿verdad?

Violencia sistemática
La violencia sistemática implica un patrón continuo de abuso y discriminación, sostenido por instituciones que deberían proteger a las mujeres. Casos de feminicidio, mutilación genital femenina, matrimonios forzados y tráfico de mujeres son solo algunas de las formas más extremas. En muchos sistemas judiciales, las mujeres afrontan una doble victimización, ya que se cuestiona su credibilidad o se minimiza la gravedad de las agresiones que sufren.

Barbara Kruger

Un problema global
Desde el acoso callejero hasta la trata de personas, desde la brecha salarial hasta la exclusión política, la violencia contra las mujeres es universal. Sin embargo, es importante reconocer que afecta de manera desproporcionada a las mujeres en situaciones de pobreza, conflictos armados y migraciones, exponiéndolas a formas múltiples y agravadas de violencia.

Hacia un cambio real
La erradicación de la violencia estructural y sistemática requiere un compromiso global. Necesitamos una educación y una sensibilización especial para confrontar esta pandemia. Necesitamos reformar los sistemas educativos para enseñar igualdad y respeto desde la infancia. Necesitamos, además, un fortalecimiento institucional para crear leyes y políticas efectivas, con justicia real para las víctimas.
Todo esto supone una redistribución económica para empoderar a las mujeres a través del acceso equitativo a recursos y oportunidades.
Y es muy necesario un cambio cultural que desafíe las normas patriarcales y los roles de género que perpetúan la desigualdad.

La lucha contra esta violencia no es solo una causa feminista; es un imperativo humano. Que este 25 de noviembre sea un recordatorio de que la igualdad y la justicia son posibles si nos comprometemos todos/as, como sociedad global, a trabajar juntos/as.

«Si eres testigo de una situación de violencia, no te quedes callado. ¡Denuncia! Es un acto de valentía, que puede salvar vidas. Usa el 016, apoya a las víctimas, y únete a la lucha por la igualdad de género.»


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